Pensamos que entendíamos lo grandes que pueden ser los planetas rocosos. Pero la mayor parte de nuestra comprensión de la formación planetaria y el desarrollo del sistema solar proviene de la observación directa de nuestro propio Sistema Solar. Simplemente no podíamos ver a nadie más, y no teníamos forma de saber qué tan típico, o extraño, podría ser nuestro propio Sistema Solar.
Pero gracias a la nave espacial Kepler, y su capacidad para observar y recopilar datos de otros sistemas solares distantes, hemos encontrado un planeta rocoso que es más grande de lo que pensamos que podría ser. El planeta, llamado BD + 20594b, tiene la mitad del diámetro de Neptuno y está compuesto completamente de roca.
El planeta, cuya existencia fue reportada el 28 de enero en arXiv.org por el astrofísico Nestor Espinoza y sus colegas en la Pontificia Universidad Católica de Chile en Santiago, está a más de 500 años luz de distancia, en la constelación de Aries.
BD + 20594b es aproximadamente 16 veces más grande que la Tierra y la mitad del diámetro de Neptuno. Su densidad es de aproximadamente 8 gramos por centímetro cúbico. Fue descubierto por primera vez en 2015, ya que pasó entre Kepler y su estrella anfitriona. Como muchos descubrimientos, hubo un poco de suerte. La estrella anfitriona de BD + 20594b es excepcionalmente brillante, lo que permitió observaciones más detalladas que la mayoría de los exoplanetas.
El descubrimiento de BD + 20594b es importante por un par de razones: en primer lugar, nos muestra que está ocurriendo más en la formación planetaria de lo que pensábamos. Hay más variedad en la composición planetaria de la que podríamos haber conocido al observar nuestro propio Sistema Solar. En segundo lugar, comparar BD + 20594b con otros planetas similares, como Kepler 10c, un candidato anterior para el planeta rocoso más grande, les brinda a los astrofísicos un excelente laboratorio para probar nuestras teorías de formación de planetas.
También destaca la importancia continua de la misión Kepler, que comenzó confirmando la existencia de exoplanetas y mostrándonos qué tan comunes son. Pero con descubrimientos como este, Kepler está flexionando sus músculos y comienza a mostrarnos cómo nuestra comprensión de la formación planetaria no es tan completa como podríamos haber pensado.